La Inestable Alianza Entre los Nacionalistas y las “Oligarquías Judías” en Ucrania

13 Marzo de 2014

La versión oficial de los medios de comunicación occidentales sobre Ucrania es que el “Pueblo Ucraniano” se ha liberado a sí mismo del gobierno malvado y corrupto de Yanukovich. El papel de los nacionalistas en la caída del anterior gobierno y su presencia en el nuevo ha sido minimizado, con garantías dadas por las organizaciones judías y escritores judíos en el NY Times de que las quejas de Putin sobre el incipiente fascismo y antisemitismo no eran sino argumentos cínicos para dar legitimidad a la agresión rusa.

¿Qué le ha ocurrido al tradicional miedo judío/liberal sobre los nacionalistas blancos, particularmente aquellos que han jugado un papel prominente en la Revolución Maidán?

Para corregir todo esto, el diario LA Times ha publicado un artículo de opinión de un académico liberal convencional, Robert English, Director de la USC School of International Relations (“La amenaza ucraniana desde dentro: los neofascistas son una amenaza tan grande para Ucrania como las acciones de Putin sobre Crimea”). La principal tesis del profesor English es que debido al prominente papel de los nacionalistas ucranianos en el nuevo gobierno, los ucranianos de etnia rusa tienen miedos legítimos.

Actualmente es muy popular considerar al presidente ruso Vladimir Putin como un paranoico que ha perdido el contacto con la realidad. Pero es importante prestar atención a su denuncia contra los “extremistas neofascistas” que hay dentro del movimiento que derrocó al anterior gobierno ucraniano y en las filas del nuevo. La obtención de poder de los ultranacionalistas ucranianos no es una amenaza menor para el futuro que las maniobras de Putin en Crimea. Estos ultranacionalistas son gente odiosa con una ideología repugnante.

El partido de Svoboda, que ha obtenido cinco puestos clave en el nuevo gobierno ucraniano, incluyendo el adjunto al primer ministro, el ministro de defensa y fiscal general del estado. La llamada de Svoboda para abolir la autonomía que protege la herencia rusa de Crimea y su presión hacia el voto parlamentario para degradar el idioma ruso, son provocaciones flagrantes para los millones de rusos étnicos que hay en Ucrania y una estupidez increíble durante los primeros pasos del gobierno en un país dividido.

Estas acciones generaron, en mayor medida que la propaganda rusa, una rápida inseguridad en Crimea…

Svoboda, el sector de la derecha y otras organizaciones ucranianas de extrema derecha… son grupos cuyas jóvenes legiones embrutecidas todavía llevan símbolos como la esvástica, cuyos líderes han alabado públicamente numerosos aspectos del nazismo y que veneran al líder nacionalista de la Segunda Guerra Mundial Stepan Bandera, cuyas tropas colaboraron ocasionalmente con las de Hitler y masacraron miles de polacos y judíos.

Pero más temibles que la manipulación del pasado que hacen estos partidos, son sus planes para el futuro. Ellos han defendido abiertamente que el lenguaje ruso no sea enseñado en las escuelas ucranianas, que la ciudadanía es solo para aquellos que aprueben exámenes de lenguaje y cultura ucraniana, que solo ucranianos étnicos puedan adoptar huérfanos ucranianos y que los nuevos pasaportes deben identificar la etnia de sus propietarios – ya sea ucraniana, polaca, rusa, judía u otra.

De nuevo vemos la naturaleza venenosa de muchos nacionalismos europeos, como Tom Sunic nos ha recordado en numerosas ocasiones. Las acciones anti-rusas son aconsejadas de manera enfermiza, teniendo en cuenta la presencia cercana de una inmensa superioridad militar rusa y de un gobierno ruso con buenas razones para ver como inaceptable el resultado de que Ucrania se una a la OTAN y a la Unión Europea. El pasado genocidio que tuvo lugar durante la era soviética todavía es una cuestión notablemente dolorosa para los nacionalistas ucranianos – algo lógico por otra parte, aunque los rusos argumenten que los rusos étnicos no dominaban el gobierno soviético durante las primeras décadas de la era soviética, precisamente las mas criminales, y de hecho, los rusos étnicos fueron las primeras víctimas del régimen soviético junto a los ucranianos. Además, como señala Andrew Joyce, los nacionalistas ucranianos son conscientes de la opresión económica judía y de la responsabilidad judía en el genocidio ucraniano de los años 30.

Sin embargo, un nacionalismo ucraniano racional hubiera preferido una partición étnica antes que la afirmación del dominio étnico sobre áreas como Crimea, principalmente poblada por personas de etnia rusa; ellos no hubieran querido ser parte de la Unión Europea, cuyo objetivo es la erradicación de todas las identidades nacionales.

El Profesor English comenta:

¿Es tan difícil comprender el estado de shock de los rusos cuando vieron a los oficiales de los Estados Unidos (como el Senador John McCain) flirtear con extremistas que han sido denunciados como antisemitas, xenófobos, incluso neonazis por numerosos grupos humanitarios y anti-difamación? ¿O cuando tomaban fotos y distribuían comida entre los líderes de las protestas, mientras sus compinches repartían ejemplares de “Los Protocolos de los Sabios de Sion” en la Plaza de la Independencia? En las pocas ocasiones en las que se reconocía este extremismo, se le quitaba hierro al asunto afirmando: “Es cierto, el nuevo gobierno no es perfecto, pero la moderación prevalecerá pronto”.

Debemos suponer que neoconservadores como McCain y Nuland (y generalmente las élites occidentales) ven la presencia de los nacionalistas ucranianos como un problema superable, dada la hostilidad de los neoconservadores hacia todo tipo de nacionalismo (excepto el nacionalismo judío en Israel). Por supuesto, ellos pueden haber calculado de forma incorrecta y se han metido en la boca más comida de la que pueden masticar. Israel Shamir describe los eventos como una “Revolución Marrón”, en la que Ucrania “ha quedado bajo el control de una coalición de ultranacionalistas ucranianos y otras oligarquías (principalmente judías)” que han obtenido una gran riqueza saqueando Ucrania: “Durante años el país ha sido saqueado por los oligarcas que desviaron los beneficios hacia los bancos occidentales, llevando al país al borde del precipicio”.

Esta coalición de nacionalistas y explotadores, principalmente oligarcas judíos, es, cuanto menos, inestable. El Profesor English se equivoca al escribir que si los nacionalistas han tenido éxito en sus propósitos, nunca menciona las poderosas y numerosas fuerzas que hay contra ellos. Durante más de un siglo, el principal empujón a la riqueza y el poder judío en la diáspora se ha hecho en contra de los principales nacionalismos locales – de ahí el fuerte apoyo judío a la Unión Europea, a las fuertes inmigraciones y a la sustitución de población blanca que tiene lugar a lo largo de todo occidente.

En el análisis final, Ucrania no es una excepción. Yo estimo que las principales oligarquías judías y sus aliados occidentales harán cualquier cosa para marginar a los nacionalistas y unir lazos con occidente. Estas fuerzas pro-occidentales son realmente una combinación muy poderosa.

El Profesor English señala las consecuencias para los rusos étnicos en las antiguas repúblicas soviéticas:

La preocupación rusa está bien fundada. Desde el colapso de la Unión Soviética, millones de rusos étnicos o rusófonos han resistido la perdida de la ciudadanía en las repúblicas bálticas (donde muchos han vivido durante generaciones), han sido expulsados de sus trabajos y sus casas en Asia Central y han sufrido una violenta discriminación en Georgia (la principal causa de la guerra de 2008 con Rusia, ampliamente ignorada en occidente).

Semejante resultado es lamentable por el desplazamiento de los rusos, pero estas cuestiones han sido en gran medida equilibradas por la creación de estados étnicamente homogéneos en áreas de la antigua Unión Soviética y otros lugares de Europa. Como ya señalé en una ocasión anterior:

Durante los últimos 150 años, la tendencia general en Europa ha sido hacia la creación de estados basados en la etnia – “etnoestados”. Esta tendencia no acaba tras el final de la Segunda Guerra Mundial. En Europa, a la guerra le siguió una forzada migración de gentes – principalmente alemanas – para crear estados étnicamente homogéneos. De hecho, el punto culminante de la homogeneización étnica en Europa fueron las dos generaciones que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.

El Profesor Jerry Z. Muller escribe:

 “Como resultado del proceso masivo de separación étnico, el ideal etnonacionalista fue en gran medida llevado a cabo: para la mayor parte, cada nación en Europa tenía su propio estado, y cada estado estaba hecho por un nacionalidad étnica única. Durante la Guerra Fría, las pocas excepciones a esta regla fueron Checoslovaquia, la Unión Soviética y Yugoslavia. Pero el destino subsecuente de estos países solo demostró la vitalidad del etnonacionalismo”.

Este punto es crucial. Mientras la reciente expansión del imperio de la Unión Europea ha dado lugar al surgimiento de una retórica que supera al concepto de nación, esta ha sido realmente acompañada por una sorprendente multiplicación de etnoestados, por la fragmentación de Yugoslavia y de la antigua Unión Soviética – por no mencionar la división checa y eslovaca.

Lo que está ocurriendo en Ucrania es precisamente este proceso de ruptura en estados étnicamente homogéneos, ayudados por el ejército ruso y disparados por la agresiva intervención de los gobiernos occidentales y las ONGs. El hecho de que esta separación étnica no sea deseada por la Unión Europea y los neoconservadores puede dar lugar, finalmente, al uso de la fuerza militar por parte de Putin para defender los legítimos intereses rusos.

Desde el punto de vista de un nacionalismo étnico universal, como por ejemplo, el mío propio, la mejor solución posible seria la ruptura en una zona de dominio ruso y una Ucrania dominada por los nacionalistas ucranianos. No hace falta imaginar la furia de los neoconservadores si esto llegase a ocurrir, y las recriminaciones que se llevarían a cabo contra la administración Obama y otros gobiernos occidentales por no haber sido lo suficientemente agresivos.

Pero la separación de Ucrania en dos sectores, uno ruso y otro ucraniano, no hubiera sido nada extraordinario, nada diferente de la ruptura de Checoslovaquia o Yugoslavia. Sin embargo, las elites occidentales se vendieron para llegar a un acuerdo con Rusia, que ve que semejante división es completamente ilegítima.

El profesor English, siendo un liberal convencional, recomienda finalmente que los Estados Unidos deberían oponerse fuertemente a los nacionalismos:

¿Por qué no nos aliviamos de estos miedos (legítimos de Rusia) mediante la denuncia a la fuerza de los etnonacionalismos y abrazamos los derechos de las minorías como vitales para la estabilidad de la democracia ucraniana que queremos promover? Teniendo en cuenta nuestra propia hipocresía – no violar acuerdos (excepto aquel de no expandir la OTAN más hacia el Este), no invadir países bajo falsos pretextos (excepto Irak) y no apoyo movimientos minoritarios secesionistas (excepto Kosovo) – ¿Por qué no deberíamos tratar de recuperar la credibilidad de los Estados Unidos estando a la altura de nuestros principios en este caso tan crítico? El Parlamento Europeo en 2012 condenó el racismo de Svoboda, el antisemitismo y la xenofobia por ser “contrarios a los principios y valores fundamentales de la Unión Europea”. Los Estados Unidos no deberían dudar en hacer algo parecido ahora. No es solo algo correcto, también seria abrir una puerta al compromiso con Rusia sobre esta peligrosa crisis. Permanecer en silencio equivale a enviar un mensaje equivocado a los extremistas de ambos bandos.

El Profesor English va a ser felicitado por su corta lista de hipocresías occidentales. ¿Por qué debería ser el apoyo a una Crimea étnicamente homogénea diferente del apoyo a un Kosovo étnicamente homogéneo?

Pero él no tiene que preocuparse. Por supuesto, los Estados Unidos no quieren realmente una victoria de los nacionalistas ucranianos y moverán cielo y tierra para derrotarles si llegan a obtener un poder decisivo en el gobierno. Pero por ahora, las élites occidentales se sienten confortables propagando la ficción de que la revolución no era más que una señal del amor por la libertad de los ucranianos que quieren vivir en el mejor de los mundos posibles, la Unión Europea.

En conclusión, la larga campaña occidental para desestabilidad Ucrania mediante el apoyo de las elites occidentales es una violación intolerable de los intereses étnicos y nacionales legítimos de Rusia.  El señor Putin ha marcado su línea roja y puede expandirse a lo largo del Este de Ucrania, generando peligro para todos. Las élites occidentales no tienen a nadie a quien culpar, excepto a ellos mismos.